Subió la Marea en Zaragoza. Y lo hizo sin contemplaciones. Decía Kutxi que el día anterior había sufrido un cólico nefrítico. Hecho que para cualquier mundano currela como nosotros, hubiera puesto en peligro su próxima jornada laboral, y en este caso su correspondiente actuación. Sin embargo Kutxi hizo de tripas -o riñones- corazón, y vaso en mano lidió con un gran concierto en el que demostrar que son la última gran banda viva del rock patrio.
Si bien es cierto el Pabellón Príncipe Felipe mostraba abundantes vacíos -en plenas fiestas del Pilar, con una gran oferta cultural simultánea, y apenas 7 meses después de su concurridísimo regreso a Zaragoza-, el show fue impecable. Arrancaron con En las Encías, single de adelanto de El Azogue, al que siguieron otros dos trallazos del mismo: El Temblor, y La Noche de Viernes Santo. Desde ahí, fueron sonando temas de todas las épocas de Marea. Tienen tantísimos temazos, que resulta difícil encontrar un mísero hueco para un necesario descanso fisiológico en sus dos horas y media de actuación. Se lució el carisma de El Colibrí, la imparable energía de El Piñas, el tecnicismo de César, y el saber hacer de Alen Ayerdi. Los "cuatro macarras de barrio" que soportan los mimbres sobre los que Kutxi desarrolla su peculiar personalidad sobre el escenario, y que le sirven de apoyo mucho más que el bastón que hoy en día le acompaña sobre las tablas.
Un espectáculo con un gran despliegue de luces frente a su omnipresente calavera donde Kutxi se mostró cómplice y conversador. En el que dio tiempo a rememorar a los clásicos con el Dulce Castigo y Preparados para el Rock And Roll de los Suaves -cuyas letras los más jóvenes no parecían conocer-. En el que ver colaboraciones como la de Gabriel de sus paisanos El Desván -teloneros del concierto-, o el entrañable cierre con Ibai, de Motxila 21, cantando Marea. En el que se rodearon de amigos no sólo sobre las tablas (Kutxi saludó a Sho-Hai, fiel asistente a sus bolos). En el que vibrar con la afilada garganta del Piñas en su ya tradicional bloque. En el que sorprendernos con tan complejas y densas letras grabadas a fuego en nuestro cerebro. En el que desgañitarnos con Corazón de Mimbre, o ver a Kutxi a pie de pista con El Perro Verde. En el que gozar de dos horas y media del auténtico rock and roll de Berriozar con la esperanza de que esta vez, no debamos esperar otros 7 años de marea baja sin verles sobre un escenario.
Qué necesario era su regreso.