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Crónica y fotos del Festival Viña 2008 - Paiporta

Crónica y fotos del Festival Viña 2008 - Paiporta

Crónica y fotos del Festival Viña 2008 - Paiporta

01 de julio de 2008 - Crónica de concierto  -  Comentarios 4 comentarios
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Faltaban ya pocos minutos para las siete de la tarde del pasado jueves cuando los metálicos riffs de las guitarras de Tyr rompían el silencio imperante en la localidad de Paiporta. Era la confirmación de una realidad, el punto final de largos meses de rumorología proliferante y de fantasmas legales que, hasta última hora, sobrevolaban el festival. Los fantasmas desaparecieron a golpe de guitarra, y pese a quien pese este tren itinerante que conforma el nuevo Festival Viña arrancaba, haciendo su primera escala a escasos kilómetros de Valencia.

Por delante, tres intensos días de conciertos con un cartel potente, con grupos importantes pero que huía de los más típicos reclamos a la hora de programar un festival. Algunos de los asistentes ya llevaban 24 horas viviendo el festival – la zona de acampada se abrió ya desde el miércoles a las cinco - , pero fue el propio jueves cuando la zona se convirtió en un goteo incesante de tiendas de campañas, melenas y de todo un muestrario de camisetas de los más diversos grupos que atraían las miradas de los curiosos autóctonos.

La convocatoria generada por la propuesta de Matarile fue inferior a las optimistas expectativas – se preveían en torno a 100.000 personas sumando los tres días, pero la cifra final osciló entre los 20 y 25000 asistentes diarios-, lo cual repercutió en una mayor comodidad para los asistentes. La zona de acampada, los aparcamientos, el recinto de conciertos y la localidad en general estaba preparada para acoger a tal aglomeración de gente, por lo que los parroquianos del festival encontraron en todo momento un festival alejado de los masificados eventos a los que estamos acostumbrados: aun habiendo mucho ambiente, y un público más que suficiente, salvo en momentos puntuales resultaba relativamente sencillo desplazarse entre los escenarios colocándose en una buena posición frente a los mismos, utilizar los servicios o pasearse por el mercadillo. Frente a esta buena noticia, el protagonista negativo fue el polvo, inevitable compañero de pogos, que se sumó a la fiesta desde el primer día ocasionando molestias al público y muy especialmente a los puestos de restauración. Comprensibles errores para la primera edición de un festival que en futuras ocasiones pretende pasar por recintos como Benicàssim, Madrid, Barcelona, Andalucía, Zaragoza y otros puntos de nuestra geografía.

En cuanto al recinto, resultaban de agradecer las sombras instaladas en la zona de acampada, no demasiado potentes pero útiles, aunque se echaba en falta tomas de agua –no existía ni una fuente en la zona de acampada-, y más contenedores vaciados periodicamente –se sorprenderán luego en el Ayuntamiento de cómo quedó la zona de acampada, pero era completamente inevitable con tan solo un contenedor para 25.000 personas. Las duchas, abiertas en horarios determinados, fueron reemplazadas por muchos asistentes por las instalaciones de la piscina cercana, auténtico punto de encuentro diurno del festival y que sufrió largas colas ante la lentitud de los funcionarios para cobrar los precisos 1’72 € que costaba acceder al recinto. Un punto a mejorar la colaboración en este punto entre ayuntamiento y organización, pues supuso un valor añadido al emplazamiento. Por lo demás, la zona de acampada era realmente cercana a la de conciertos –algo más alejada del parking para aquellos que usaron el oficial- y en la misma se contaba además con el Domo, una estructura esférica donde refrescarse con agua vaporizada, desfasar de madrugada con su chillout o simplemente pasearse. El agua presente en este terreno, acaparado pronto por los espíritus más punks del lugar, nos daba una idea del auténtico barrizal en el que el Viña se hubiera convertido en caso de llover.

Centrándonos ya en lo meramente musical, tras el debut de Tyr en el escenario Sennheiser, a eso de las 19.45 arrancaba en el stage principal, apodado Matarile/New Rock, la actuación de Calaña, en una noche abierta por los grupos de la escudería Muxik (sello formado por Robe y Uoho de Extremoduro). La propuesta flamenco-bluesera de Domingo Calzado no contó con excesivo apoyo del público, pero armados con unas estrictamente necesarias gafas de sol fueron desgranando con precisión los temas de su disco de debut, luchando contra lo temprano del horario y el desconocimiento por parte del público en general. La gente iba aproximándose poco a poco hasta la arena, bien movidos por los tambores de Alen Ayerdi (Marea) o simplemente por la cercanía en el tiempo del partido de semifinales de España.

Tras la actuación de Calaña, una pantalla gigante de LEDs trajo al combinado rojo hasta Paiporta, y el público, que poco a poco se convirtió en una impresionante masa, vibró con los goles de la selección y celebró el triunfo al ritmo de una animada batucada que desde ese momento fue la encargada de poner a bailar al público en pausas y momentos claves del festival, así como de llevar a la gente de un escenario a otro, a las barras, o hasta el domo cuando los conciertos finalizaban.

Tras el partido, el para muchos plato más fuerte del festival se subía a escena: eran los Extremoduro, que tras muchos años sin tocar en festivales se reunían sobre el escenario Matarile ante un numeroso público en pleno jueves. La banda de Robe contó con hora y media de actuación, en la que ya todos los temas sonaron a clásicos e himnos, esperando ya el inminente nuevo trabajo del rey de Extremadura. Sonaron francamente bien, y el auditorio no paró ni un momento de corear sus temas. A su fin, en tiempo record se preparaba la actuación de Memoria de Pez, y pese a ello se acarreaba ya un retraso que sería durante los tres días una constante en el escenario principal, no bajando de los quince minutos y superando en ocasiones la media hora de retraso, frente a la precisión horaria del secundario. Este retraso jugó muy en la contra de Memoria de Pez, que vio como su tiempo se recortaba drásticamente, teniendo que prescindir de temas, colaboraciones, y tocando ante un público bastante reducido tras la masa de Extremoduro. Lo hicieron perfecto, y desde su juventud son la propuesta más firme que nos ha dado este 2008, siendo un perfecto relevo generacional para bandas como Platero y tú. Una lástima que la mayoría de los presentes no dieran una oportunidad a la banda, que jugaba sus cartas contra los ya archiconocidos Delinqüentes, situados en el escenario adyacente.

Ocurría en los conciertos con no demasiado público, que llegaban sonidos desde el cercano escenario contrario, y sin dificultar el hecho de seguir la actuación sí resultaba algo molesto en determinados puntos. Mientras Memoria de Pez tocaba en el New Rock, los Delinqüentes hacían lo propio en un aglomeradísimo Senheisser (quizás la actuación más multitudinaria sobre dichas tablas de los tres días, junto a Muchachito Bombo Inferno). Antes, se las habían visto desde dicho escenario contra el fútbol y Extremoduro La Gossa Sorda (tocando con una camiseta de la selección catalana mientras jugaba España), Tote King, Aterciopelados y el rap carabanchelero de La Excepción. Ahora, con los Delinqüentes sobre las tablas, la gente bailaba animada por las turutas de estos jerezanos, una de las mejores garantías para pasarlo bien en un concierto. Divertidos de principio a fin, y desgranando rápidamente muchos de los temas incluidos en su recopilatorio “Recuerdos de la flama y el carril”, finalizaron su actuación bailando el Thriller de Michael Jackson al estilo delinqüente. Todo un espectáculo.

Les siguió sobre el escenario Sargento García, que desde Francia incitó al público a moverse al son de sus ritmos latinos de fusión reggae mientras los rockeros más puros asistían a la consulta del histriónico Doctor Deseo, que con su presencia y con el atrevimiento de su frontman fueron capaces de meterse a muchos en el bolsillo. No paró Francis en ningún momento de moverse convulsivamente, de charlar enigmáticamente al público e incluso de subirse sin ningún tipo de protección a una de las torres que sostenían el escenario. Su música puede gustar más o menos, pero lo que está claro es que estos individuos vestidos de traje y purpurina no dejan indiferente a nadie en sus actuaciones.

Ya con un retraso importante, tras ellos salían a escena los Antisocial para cerrar la noche en el escenario principal (en el otro lo harían los rumbers). Pura actitud punk, temas rápidos y guitarreo contundente, presencia y provocación al no demasiado numeroso público –pese a que un festival parezca un sábado continuo, muchos trabajarían al día siguiente y su actuación finalizaba cerca de las cinco de la madrugada. “No tenéis huevos a escupirme, desafío a quien llegue desde ahí abajo” es una de las pocas frases que estos hiperactivos y radicales músicos lanzaron a los asistentes.

Hora de dormir, o de pegarle la estocada a la noche en el domo para los más trasnochadores, y tomar fuerzas para el día siguiente. La Shica abría en el escenario secundario, que hoy arrancaba con una noche en la que predominaban especialmente diversas visiones del hip hop patrio, de la mano de esta artista, Ariana Puello o Nach. Tras el comienzo de la actuación de la Shica, el thrash se apoderaba pronto del escenario principal para acoger la actuación de Ktulu, con su reciente Show Canibal aún quemando entre las manos, y a los que no acompañó un buen sonido. Les seguiría Hamlet, que mientras en el otro escenario sonaba la rumba catalana de “La Troba Kung Fu” nos trajeron sus temas más clásicos como en un concierto más de su gira del 15 aniversario de “Sanatorio de Muñecos”. Prescindieron por lo tanto de los temas de sus últimos y melódicos trabajos, “Syberia” y “Pura vida”, y arrancaron mares de cuernos bajo el escenario con sus contundentes riffs y enérgica voz. Todo ello bajo la atenta mirada de la chica de Molly, la impresionante Pilar Rubio –la reportera rockera de “Sé lo que hicisteis” en la Sexta.

Cuando acabó la actuación de los madrileños, llegaba el turno de una actividad alejada de la música que ha supuesto un cierto eje en el diseño y promoción de este festival. Era el turno de la lucha libre mexicana, para la cual se había instalado un ring junto al escenario de New Rock. De cerca, la lucha libre no parece tan espectacular como transmite la televisión, y el público en buena parte se tomó a cachondeo las peleas, riéndose ante los inocentes insultos de acento gringo que se dedicaban los contendientes, sobreactuados hasta la caricatura. Las descafeinadas provocaciones al estilo de “Eres un mariquita, mañana te quitare la máscara” eran coreadas por el público con sarcásticas ovaciones, o con vítores tales como “Que se beesen, que se beesen”. Era un punto diferente, una actividad con la que desconectar de tanto rock, pero pese a lo divertido no pasó de la anécdota.

Tras la lucha, mientras en el escenario Senheisser Mouss & Hakim hacían de las suyas, la mayoría del público se congregaba frente al Matarile, ya anocheciendo, para ver uno de las bandas que siempre es garantía de buen directo y en torno a la cual se unen varias generaciones del rock estatal. Referente indiscutible, los de la Txantrea iban interpretando en formato eléctrico todos sus grandes éxitos, con un repertorio basado exclusivamente en sus clásicos. Encontrándose inmersos en la gira que les entremezcla sobre las tablas con Rosendo y Aurora Beltrán, y encontrándose el abuelo de Carabanchel a sólo una actuación de distancia de los pamplonicas, se echó en falta alguna colaboración pero tuvieron uno de los mejores sonidos del festival. No así ocurrió con la banda que les sucedió sobre las tablas, Mägo de Oz, que como muchos de los grupos heavies que pasaron por el festival hicieron sufrir al público con unos bajos dolororos, un sonido excesivamente amplificado y un micrófono del vocalista camuflado de lleno bajo el resto de instrumentos. La actuación pese a ello estuvo bastante correcta, y sonaron temas como “La costa del silencio”, “Molinos de viento” o la larga “Finisterra”. Pero sin duda, por lo que será recordado el paso de Mägo de Oz por el Viña en esta edición será por su bizarro final: se les cortó el sonido de monitores, pues ya se acumulaba un retraso en el escenario de más de media hora, y al agotarse su tiempo rápidamente Txus, batería y líder de la formación, salió disparado de su posición tras los parches para exaltadamente pegar una salvaje patada al pie del micrófono central y lanzarse agresivamente a atacar a un miembro de la organización. Rápidamente el escenario se llenó de seguridad, y por lo que se comenta la pelea siguió en el backstage a los pies del escenario. Desde la zona de prensa tan sólo pudimos ver como accedían las furgonetas hasta el propio pie del Matarile y los Mägo se marchaban rápidamente ante la sorpresa de los componentes de Saratoga, que llegaban para prepararse para su actuación. Nunca han congeniado demasiado bien los Mägo y los festivales: problemas para llevar su pirotecnia, su escenografía, y mala suerte en general han ido provocando numerosos problemas en sus actuaciones a lo largo de los años.

Rosendo era el siguiente encargado, y ofreció un concierto con su carisma y su esencia, sus temas clásicos, donde ya no hay lugar para la sorpresa. Lo cual, sin duda, no es malo, pues como indiscutible pionero del rock estatal nos hace poner la piel de gallina cuando siguen sonando sus temas en vivo como lo hizo el “Maneras de vivir” cerrando su actuación.

Poco antes había empezado a tocar Muchachito Bombo Infierno, que tras Canteca de Macao iba poniendo el cierre más festivo al escenario secundario, que congregó desde este momento y hasta el final de la noche a mucho más público que en el principal –salvándose quizás la actuación de Mojinos. Lo que monta Muchachito sobre el escenario no tiene parangón, y es un must-see para todo buen amante de la buena música y la fiesta. Con el sonido de un motor arranca su actuación, y dos focos salen de su bombo convertido en coche, al que el catalán sube de un salto y comienza a moverse “al estilo Tarantino”. Desde ese momento, casi una hora de actuación que supo a poco, en la que se movió continuamente por el escenario, fue secundado por una banda perfecta e hizo moverse a todos los allí congregados hasta la saciedad. Durante toda su actuación, un pintor, integrado de lleno en la cuidada presentación estética de la banda, pintó en vivo y a brochazo limpio un retrato del artista similar a los de las portadas de sus discos. Además de los temas de sus dos trabajos, tuvo tiempo para revisitar de forma acelerada divertidos temas como la canción central del libro de la selva o el “Mala Vida” de Manu Chao. Una de las mejores actuaciones de este Viña, sin duda alguna. Se solapaba en el tiempo con la actuación de la nueva formación de Saratoga, que no parece tener el tirón que tenían con Leo Jiménez al frente pero que continúan sonando imparables. Tete Novoa, su nuevo cantante, borda tanto los nuevos temas como los clásicos sin tener demasiado que envidiar al ahora cantante de Stravaganzza, pero por su estilo nos resulta todavía inevitable el comparar a ambos sobre las tablas, pues parecen la misma persona en cuanto a gestos, vocalidad y actuación.

Tras Saratoga, con bastante retraso por la justa llegada al festival de la banda barcelonesa, los Mojinos se metían al público en el bolsillo con su inconfundible estilo. Divertidísimos, como siempre, optaron como muchos otros por tocar temas ya bastante antiguos pero hicieron las delicias del público. Sin embargo, deberían ir ya renovando su repertorio con nuevos gags que acompañen a las canciones, porque con verlos un par de veces todo suena a los asistentes pese a que pasen los años. En el otro escenario, poco antes de la actuación de Mojinos se escuchaba el inconfundible “All my loving”, de Los Manolos, propuesta rumbera, de lo más freak del festival, ante los cuales se congregaba gente con ganas de escuchar los escasos dos temas que todos conocemos.

Tras los Mojinos, un grillo gigante se hinchaba en el escenario para asistir a la actuación de The Locos, bastante correcta y una buena alternativa a Ska-P antes de su inminente regreso a la vida en activo. Desde el otro escenario, los valencianos de La Pulquería demostraban por qué todos los que les han visto en vivo hablan maravillas de su directo. Los autores del himno de este festival –que por cierto, no se escuchó por ningún lado en estos tres días- cerraban la noche con su enérgico combinado de ranchera, corrido, ska y punk-rock. Un huracán, continuos saltos y movimientos en el escenario y mucho carisma derrochado fueron las claves de la actuación de los valencianos, que como siempre se bebieron a medias con su público una botella de la más clásica bebida mexicana en lo que ellos ya llaman “el ritual del tequila”. En los bises salieron ataviados con unas máscaras de lucha libre mexicana, que en este festival tenían más relevancia que nunca.

El día siguiente arrancaba para los medios con una informal e improvisada rueda de prensa de Pepe Matarile, el “padre de la criatura”. El promotor del festival charló de forma distendida con los medios de comunicación allí congregados acerca de cómo estaba funcionando el festival, de futuros pasos…más tarde se unió el alcalde de Paiporta y el jefe de la policía local, destacando todos la ausencia de incidentes, y la satisfacción del pueblo en general por albergar el festival. Se trató muy bien a la prensa durante los días del evento, y eso se agradece. El acto finalizó con provocación, con la plantación de una cepa de vid, “traída de Villarrobledo” en las inmediaciones del escenario Matarile. A juzgar por su plantación, la Viña no durará ahí demasiado, pero era el símbolo de demostrar que, pese a todo, el festival se había celebrado en Paiporta.

Mientras tanto, y bajo un sol acuciante el escenario principal recibía la visita de los andaluces Hora Zulú presentando su disco “Creer querer / querer creer”. Tras el metal de la banda, y con bastante retraso, tratándose sólo de la segunda actuación, aparecía Poncho K en el escenario. Su actuación debía haberse solapado prácticamente con la de el irónico rapero “El Chojin” pero dio tiempo casi a que ésta finalizara por completo antes de comenzar. Menos mal que los conciertos arrancaban relativamente tarde, porque aun a las ocho de la tarde el sol era justiciero y hacía a la gente refugiarse entre las sombras de unas barras instaladas bastante cerca del escenario. Poncho K interpretó temas de todos sus discos e incluso de sus maquetas, y pese a arrancar la actuación sin escucharse su voz, sonó por encima de la media del festival. Entre las más coreadas, “Un perro como tú”, “Borracho de la madrugá” o la reciente “Cantes valientes”. Mientras actuaba, Kutxi se subía al otro escenario, en esta ocasión sin la compañía de los Marea sino de su nueva banda Kutxi & Ja Ta Já, con los que anunció estaba grabando su primer disco. Era una propuesta original, de presencia de cuadro flamenco, pero con un bajista y un guitarrista más que potentes que hacían de esta fusión una mezcla entre el feeling flamenco y la dureza y agresividad del rock. Kutxi se mostró especialmente callado, y vestido de intachable negro intentó no robar demasiado protagonismo a sus compañeros, que nos dieron bastantes ganas de escuchar este nuevo trabajo.

Nuevo turno para la lucha libre en los aledaños del escenario Matarile, tras la cual arrancaría el hip hop de “7 notas 7 colores” en el escenario Senheisser y una de las más esperadas, la de los californianos Lagwagon, que junto a NOFX eran uno de los grandes reclamos del festival, con la inclusión de dos bandas de primera línea a nivel nacional. Su actuación fue multitudinaria, arrancando muy puntual y tocando un repertorio alejado de sus grandes hits, faltando grandes temas y con alguno rescatado del olvido. Su puesta en escena elegante y enérgica cautivó al público, que los dio como uno de los mejores de la noche.

Les siguieron Narco , extremadamente contundentes, ante un público arrastrado por la presencia de Lagwagon y con incondicionales de la banda sevillana liderada por Vikingo M.D. Rondarían las 10.000 personas en la actuación de los andaluces, en plena gira de regreso. Cuando acabaron su actuación, en el otro escenario arrancaba Albert Plá, peculiar personaje donde los haya que hizo al público jugar con sus normas y seguir su paranoica fiesta –que mal está la cabeza de este polifacético cantautor- mientras se eternizaban las pruebas de sonido de NOFX, que arrancaron con bastante retraso y que pese a ello congregaron a mucho, mucho público delante suyo. Así pues, con más de media hora de espera, salían los americanos con muchas ganas de hablar y bromear – quizás sin tener en cuenta que por aquí el inglés no se estila tanto como en su país natal. Continuos chistes entre ellos, y numerosas palabras en castellano…que por tocar las narices un rato debieron extraer directamente del “Aprenda español mexicano en 10 días”. Nos llamaron gringos, “canalas” (canallas), hablaron de chingadas, y llegaron a gritar “Viva Mexico”. La música, genial, y el público más que entregado. La interacción entre ellos y el público, idiomas aparte, más que buena, divirtiendo incluso al que no les vaya en exceso el punk-rock americano. Fat Mike, que arrancó la actuación diciendo que había cogido unas brutales diarreas en su anterior concierto, llegó incluso a hacer pressing catch.

Tras ellos, en el escenario Sennheiser arrancaba Bersuit (Vergarabat), a los que no conocía pero que tuvieron un muy buen directo. Estos argentinos arrancaron su trayectoria haciendo rock, pero ahora lo mezclan entre numerosos ritmos latinoamericanos con un resultado más que bailable y una muy buena puesta en escena. No será mi grupo favorito del festival, pero hicieron pasar un buen rato a los allí presentes.

Mientras Bersuit iba tocando sus últimos temas, Warcry hacía su entrada al escenario con un retraso que ya tendía al infinito. De nuevo un sonido demasiado atronador, como en muchos de los grupos heavies del festival, que para disfrutar había que alejarse algo del escenario, o hacerse con unos buenos tapones. Interpretaron, con su nueva formación, temas de toda la trayectoria de la banda asturiana, y se mostraron pese a los pocos meses juntos muy compenetrados. Víctor García sigue siendo uno de los mejores cantantes de heavy metal del país, y sus labores como frontman son excelentes, pese a lo repetitivo de sus gestos. Acaban de grabar su nuevo trabajo, así que pronto podremos disfrutar de nuevos temas de la banda.

Tras ellos, Def Con Dos, o la banda más complicada de fotografíar del planeta. Como poseídos por unos extraños saltimbanquis, no pararon de botar, corretear y moverse en una actuación intensa, sin tiempo para el descanso, ataviados por completo de negro. Cesar Strawberry se refirió al festival como “El auténtico viña” al finalizar su imparable actuación.

El retraso era ya inevitable. Amparanoia y Obrint Pas quemaban los últimos cartuchos en el Sennheiser, pero el vuelo del Barón Rojo no arrancaba hasta bien pasadas las cinco de la mañana, finalizando a eso de las seis y cuarto del ya estrenado domingo. Veteranos del heavy en español, desenfundaron sus guitarras para regalar sus temas más clásicos, recuerdos de los ochenta para un festival del 2008 que, con un inicio con una nota que roza el notable, arranca a toda máquina rumbo a su próxima estación: Recinto de Festivales de Benicàssim, los días 9, 10 y 11 de Octubre.

¡Pasajeros, al tren!

Artículo escrito por Héctor Mainar

Comentarios

- 01 de julio de 2008
muy bueno el viña excepto algun fallo de organizacion normal si se tiene en cuenta que fue la primera vez que se celebraba en paiporta y muy buenas las fotos aunque faltan de ktulu o baron rojo
javier - 01 de julio de 2008
Cesar de Def con Dos diciendo lo del autentico Viña.. hmmm ¿éste no es de los que el año pasado apoyaba al otro Viña?
Straight - 01 de julio de 2008
Hay fotos impresionantes. Y el texto muy descriptivo, esta currao compadre.
leon - 01 de julio de 2008
necesito ver mas fotos de bersuit yalbert pla y amparanoia...si podes darmelas se lo agradeseria muxo enviarlas al correo gilthor...hotmail...com

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Fotografía por Héctor Mainar