Ska-P es de esos grupos que, para los que gustamos del rock estatal, han ambientado las escenas más especiales de la banda sonora de nuestra vida. El descubrimiento del Vals del Obrero fue un hito a mis 12-13 años, edad en las que ya de serie muchas otras cosas se descubren, y donde las letras revolucionarias plantan mejor su semilla. Y desde entonces, Ska-P ha ido formando parte de todo. Años más tarde alucinamos cuando nada más empezar esta web allá por 2004, un grupo tan importante como Ska-P permitía que alguien tan poco relevante les entrevistara. Y todo fueron buenas caras y amabilidad para estos chavales pese a que, por agenda, acabamos grabando la entrevista a las 3 de la mañana en su furgoneta: reventados tras el concierto y helados de frío mientras en su camerino se organizaba la postfiesta. Visto en perspectiva, ¡qué fácil hubiera sido decirnos que no!
Eso fue para tras la salida de ¡Que corra la voz!, y en ese momento arrancaría esa fase en la que Ska-P comenzó a dosificar sus apariciones en cada ciudad. A dejar madurar el producto, para que cada vez que regresara con nuevos temas bajo el brazo estos siempre estuvieran a la altura, y su actuación fuera un evento social, gracias a ser de los pocos grupos españoles que se pueden permitir girar por igual en España, Europa y Latinoamérica. Pero pese a ir acostumbrándonos de este modo, el cúmulo de situaciones personales de los miembros de Ska-P ha derivado en que esta espera haya resultado demasiado larga: en el caldo de barbecho que es la sociedad actual, eran más necesarias que nunca sus consignas sociales.
Así que el momento de aparición en el escenario fue un flashback a todos esos momentos. Máxime, cuando el concierto arrancó con la potente Estampida, y la mitiquísima Gato López. Qué gran declaración de intenciones. Y así durante dos horas, se fue gestando ese gran sentimiento de camaradería entre el público, ya ampliamente conocedor de las letras de Game Over, del que tocaron bastantes temas. Cuando claramente se percibe que todos están gozando ese concierto que esperaban con ganas, y, como dice la M.O.D.A., “Sientes que perteneces a ese momento”. Mi único escepticismo ante la actuación era el hecho de ya no contar con Pipí sobre las tablas. Alguien que, pese a no tocar un instrumento, revitalizaba cada tema y aportaba ese "algo más" que convertía a Ska-P en una banda mucho más dinámica. Tras ver unos meses atrás un concierto de Ska-P en un festival, la presencia de Eloi Yebra sobre el escenario no era tan constante en los temas, y en su sonido todo era más frío. Faltaba ese “algo”. ¡Tonterías! Lo que faltaba era salir de la pantalla y disfrutarlos en vivo. La hiperactividad de Joxemi, las arengas de Pulpul, los personajes de Eloy, sus míticos temas, los pogos, la comicidad de la imponente figura de Txikitín… ¡Qué concierto más disfrutable! ¡Qué bien suenan los temas de sus últimos trabajos! ¡Qué maldita gozada botar con energía adolescente en sus himnos más antiguos!
Fue la única propuesta rockera del escenario principal del Espacio Zity en estas fiestas del Pilar, pero dispararon con bala infalible trayendo a Ska-P. Y, para calentar el ambiente, La Regadera: grupo festivo y colorido que se comieron el escenario y crearon el caldo de cultivo ideal para los de Vallekas. Una noche de jueves perfecta. Una mañana de viernes en la oficina no tan recomendable.