Sello: Nuclear Blast
Tuvieron hace unos quince años todo lo necesario para convertirse en estrellas del rock; aparecieron con un estilo nuevo casi al mismo tiempo que en Estados Unidos Rage Against the Machine triunfaban con su primer redondo. ¿Qué extraña concatenación de circunstancias hizo posible que Clawfinger nunca dieran el salto al estrellato musical? ¿Por qué un grupo que casi inventó el rap metal acabó tocando en locales de mediano o pequeño aforo, apenas para mil personas, mientras las huestes de Rage Against the Machine llenaban estadios?
Respuestas a esta pregunta hay muchas, casi tantas como personas la oigan. Clawfinger son suecos, dirán algunos, eso de ser parte de un país de pocos habitantes quizá les detuvo en su carrera hacia el éxito. Puede ser, a lo mejor si se hubiera tratado de una banda americana, ahora mismo estarían hablando de ellos en los grandes medios en lugar de, por poner un ejemplo, Linkin Park.
Lo cierto es que Clawfinger han sabido llevar don dignidad su paso a la segunda división. Sus dos entregas con Nuclear Blast hasta ahora nos muestran un grupo que se mantiene fiel a sus raíces, que sigue con su movida de metal mezclado con rap, aunque ahora hay menos rap que antes y sí muchas guitarras desenfrenadas. Ellos saben que su oportunidad de hacerse millonarios ya pasó, pero lo que importa es la música, y hoy por hoy Clawfinger se han convertido en una de las apuestas más seguras contra la fiebre ya en decadencia del nu metal. Nunca pertenecieron a ese estilo hoy casi desaparecido, y hoy menos que nunca.
Clawfinger son una formación honesta, con las cosas claras, sabedores de ser testigos de una época que ya pasó, los años noventa, con todos sus errores, sí, pero también con sus aciertos.
Son pocos los que pueden decir lo mismo.
Artículo escrito por ignacio rielas