Un miércoles a las 20 de la tarde. En una elegante sala de madera, de la que se afirma tiene una de las mejores acústicas del mundo. Sentados, con el obligatorio atuendo de la mascarilla. Un Drogas sobrio y parco en movimientos, comedido para dejar que las canciones brillen. Temas que en ocasiones hablan de enfermedad, de muerte y de todo aquello que va calando en nuestras adultas cabezas. Nuestras también adultas vejigas haciendo a mucho público levantarse en algún momento y abandonar la sala, pese a la ausencia de barras. También un buen puñado de niños presenciando con sus familias el concierto.

Una banda de lujo que mima con nuevos arreglos todo el repertorio. Flako al contrabajo y Txus a las guitarras, tan mutables como aquel al que acompañan desde el regreso de Txarrena y su posterior carrera en solitario. Un órgano desbocado y hasta cuatro guitarras simultáneas. Unas voces de las que cortan la respiración, con el toque soul de Patricia Greham y la sutil elegancia de Selva Barón. Viejos himnos que suenan como nunca ("La hora del carnaval"), nuevas canciones como "Nacer contigo de nuevo" que ya ponen la piel de gallina como un nuevo himno. Quién nos diría hace varias décadas que disfrutaríamos así sentados del Drogas en su faceta más crooner. Qué estado de gracia, que placer disfrutar de formatos como este.

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