Lleno masivo en el Teatro de las Esquinas para disfrutar de Mägo de Oz, más de dos años después de su última visita a la ciudad, recuperando así un concierto aplazado el pasado mes de Mayo en esta última cita con la banda en España antes de partir hacia Europa y EEUU para cerrar el año.
Aunque no aparecían en entradas ni carteles, Débler sí aparecieron en escena para caldear el ambiente. La jovencísima formación desgranó su primer disco –"Noctem Diabloli" (2015)- una obra temática sobre El Cuervo que en el escenario se torna una experiencia de heavy metal clásico, de agudos infinitos y guitarras potentísimas, y donde pese a tener media hora las cosas deben comenzarse con una buena intro épica y cerrarse con el single de la banda (“Duelo hasta morir”).
En sus conciertos, colaboraciones cruzadas: Diego Malagás (reciente flautista de Mägo de Oz) se subió a tocar con Débler, mientras que Rubén Kelsen les devolvió la colaboración en “La Santa Compaña”. Y es que los Débler están íntimamente ligados al universo Mägo, y aprovechan cada oportunidad brindada para mostrar su buen hacer. Con un vocalista exalumno de Zeta, y con un segundo disco en camino producido por Txus –al que también harán coros en el nuevo disco de Bürdel King-, no les tiembla el pulso cuando les toca subir al escenario. El más claro ejemplo es que cuando Zeta fue baja por una salmonelosis en Gijón, Rubén se metió en el difícil papel de frontman del grupo, apoderándose del repertorio en apenas 24 horas. Una recaída posterior hizo que, al final, Rubén acabara siendo el vocalista de la banda en hasta seis citas este verano. Hay que seguir la pista a Débler, con un potente directo y ganas de comerse el mundo.
Mientras tanto, el variopinto público se iba calentando. Mucha gente en su treintena, a los que FInisterra nos pilló en plena adolescencia. Familias, tratando de introducir a sus pequeños en esto del Heavy metal con una banda divertida como Mägo de Oz. Nuevas generaciones de chavales, copando las primeras filas. La madre de Zeta. Parte del público en butacas. Una multitud tan variopinta como lo son los temas de Finisterra, que desgranaron uno a uno en el estricto orden del disco. Mägo de Oz al desnudo, en su versión de salas en la gira más larga que hayan hecho por España en una década. Un Mägo sin barcos, sin catedrales, y con la pirotecnia justa para que los fotógrafos no pudiéramos acceder al foso –aiss… las fotos están tiradas desde el público-. Y es que hoy por hoy son una banda tan engrasada en la que todo es preciso y concreto que la versión de sala les queda francamente bien, sin artificios. Todo suena perfecto, y casi parece estar escuchando el disco. Para mal o para bien. A Zeta se le están poniendo poses y formas de vieja rock star, con una gran seguridad y aplomo incuestionables y una actitud que llena el escenario. Una suerte de Axl Rose patrio en el que, por fortuna, su voz siempre cumple a rajatabla. A su vera Patricia Khy, que hace tan suyos sus fragmentos que hoy por hoy casi nos sonarían ridículos cantados por un hombre como en la versión primigenia del álbum.
El repertorio nos permitió disfrutar por fin en vivo y del tirón de Finisterra, aprovechando el 15 aniversario del disco y la gran reinterpretación en la Opera Rock editada justo ahora hace un año. Y, pese a los intentos de un chavalín de apenas 8 años con un eterno cartel de “La Rosa de Los Vientos”, una vez acabado el disco con la coreada “Finisterra” sólo un tema más: “Molinos de viento”. Lluvia de confetis, y bailes sobre el escenario para poner fin a esa hora cuarenta y siete minutos que dura el doble disco de Finisterra, que hasta en la pausa para los primeros bises continuó con el sonido en off de Conxuro.