Puntuales, extremadamente puntuales aparecían en escena los componentes de Avalanch para desarrollar un espectacular concierto que sin lugar a dudas cumplió con las expectativas que la más que aceptable cantidad de público congregado en la sala zaragozana
“La Casa del Loco” pudiera haberse hecho antes del concierto. A las nueve y media, cuando el público (nosotros incluidos) aún estaba entrando en la sala, las majestuosas guitarras de la banda comenzaban a emitir los primeros acordes de un concierto que se abriría con un medley entre
“Las Ruinas del Edén” y
“Viejo Torreón”, formando una intro de longitud perfecta para caldear el ambiente y dar tiempo a que el público se afianzara en la sala antes de comenzar las presentaciones.
El público allí reunido sabía que el lanzamiento de Las Ruinas del Edén era la ocasión idónea para volver a disfrutar en vivo de los mejores temas de la trayectoria de los asturianos, y acompañó desde el principio al grupo, aunque se mostraron muy comedidos en cuanto a movimiento y botes se refiere. No así el grupo, que con su directo perfectamente sincronizado y derrochante de potencia se entregó al máximo durante todo el concierto, con una clara presencia creciente de Ramón Lage, que ya parece haber asumido plenamente su papel de frontman que en ocasiones no desempeñó a la perfección en su primera gira con Avalanch. Sin embargo, esa noche tuvimos oportunidad de ver a un Ramón pletórico, que creció hasta llenar por completo el escenario y captar al público. De su garganta, al saludar a los maños, surgió un mensaje de enhorabuena por la Expo 2008, que tan sólo dos días antes había sido adjudicada finalmente a la capital del Ebro, felicitaciones que repetiría también en los bises. Así, tras la apertura, y con un sonido muy limpio comenzaba a sonar
“Cien Veces”, aprovechando el tirón y continuando con su arrasador inicio de concierto. Tras él, con un sonido muy correcto, perfecta coordinación y la cercanía que siempre otorga un escenario tan reducido y de escasa altura como era el de la sala donde nos encontrábamos, se fueron descargando los temas que todos esperaban. Así pues, sonó
“Corazón Negro”,
“Vientos del Sur”,
“Levántante y anda”,
“Cambaral” y la cruda
“Niño”. Así se daría paso a un espectacular sólo de batería por parte de Marco, que desde detrás de los pareches rompió el ritmo del concierto para evitar caer en la monotonía, y predisponer al público a la parte quizás más sorprendente del concierto, que comenzó con la preciosa balada
“Antojo de un Dios”, en el que las voces del público se oían notablemente en una sala bañada discretamente por algunos mecheros espontáneos cuya llama se congeló poco despues al escuchar los acordes de una canción que pocos esperaban, por datar de los inicios de la formación de Avalanch. Vicio Letal envolvía la sala, y posteriormente se contrastó este antiguo tema con una de las últimas composiciones de la banda,
“Madre Tierra”.
Tras dicho tema, Alberto Rionda y Dany León tomaban las riendas del escenario, solitario tras la retirada al camerino del resto de la banda, que bien merecía un descanso por su ardua labor. Duelo de guitarras en toda regla el que se desarrolló en unos minutos sobre el escenario, haciendo gala de la etiqueta de guitarrista técnico que siempre se ha atribuido al líder de la formación, y dejando claro que Dany, lejos de amedrentarse ante tal hecho, acepta el reto y deja claro que es el guitarrista perfecto para Avalanch. El duelo acaba con una botella de Jack Daniels que abre paso a
“El Ángel Caído” y
“Pelayo”. Tras dichos temas, unas estrofas en inglés sorprenden a los asistentes, una gran mayoría de los cuales parecía desorientado ante la interpretación de una completamente inesperada versión del tema
“Where the streets have no name” de los irlandeses U2. Desconcertado, el público fue entrando en el tema, y a su fin la banda se retiró del escenario brevemente para reunir las energías necesarias para afrontar la parte final del concierto, unos bises pedidos por un público que comenzaba a dar síntomas de agotamiento pese a su escaso movimiento, pero que recibió con alegría los cuatro temas que los asturianos brindaron para despedirse: Alborada, Delirios de Grandeza, Juego Cruel y Xana, para finalizar con el tema que, haciendo cuentas, faltaba para cerrar el concierto:
Lucero, tema conocido tanto por los seguidores de siempre como por los nuevos oyentes que se unen a las filas del público de Avalanch.
En resumen, un excelente concierto que rondó las dos horas y media de duración, pues finalizó rozando la media noche, y en el que pudimos asistir al espectáculo de Avalanch, que lejos de haberse dejado influir por críticas respecto a sus cambios han sabido crecerse en el escenario, y ofrecer una visión completamente renovada de sus temas más destacados, que van mucho más allá de un mero cambio de voz. Eso sí, un servidor, y aun a sabiendas de lo que rodea a esta situación, salió de la sala con un doble pensamiento. Por una parte, la satisfacción que siempre confiere el haber asistido a un concierto de tal calidad, pero por otra pensando que probablemente ya nunca se podrá escuchar en directo
“Aquí estaré”, tema bandera de Avalanch en mi modesta opinión, y que tras los
“terremotos” internos de la banda parece haber caído definitivamente entre ambas fallas. Toda una lástima.
Artículo escrito por
Héctor Mainar